El Shantala es el arte de masajear a los bebés y a los niños. Es una técnica milenaria de origen hindú que se basa en las caricias espontáneas de las madres hacia sus hijos. Lo más importante de este masaje es el contacto emocional entre padres e hijos, que surge a partir del tacto y de la palabra que lo acompaña. Ayuda a los bebés en sus primeros meses de vida, luego del placer del ambiente del vientre materno, a no sentirse aislado, perdido... Abrazarlos, acunarlos, acariciarlos, masajearlos..., alimentan una agradable sensación de estar con el otro.
Ante el nacimiento de un bebé con necesidades especiales, los padres suelen experimentar períodos de confusión en los que es necesario atravesar el duelo por el niño ideal que no ha llegado, pasar por el primer tiempo en donde la pregunta acerca del futuro de su hijo es lo que orienta sus vidas: recorrido por tratamientos, estudios, consultas. Una vez atravesado este tiempo, sería importante darse el permiso para conocer a este nuevo hijo, conectarse con el bebé no desde su dificultad, sino desde sus posibilidades. Un bebé con necesidades especiales puede escuchar una canción, puede disfrutar de una caricia, puede recibir masajitos.
Todos los bebés necesitan del contacto físico para su desarrollo, necesitan de la mirada de su madre y de su palabra; así se propiciará el encuentro, el vínculo entre ellos y se apostará a la singularidad de ese pequeño.
Sostén, mirada, tacto, palabra... le dan al bebé la posibilidad de ser. Por eso es tan importante generar espacios para acompañar a la mamá; facilitar el vínculo proponiéndole actividades alternativas diferentes a las que tienen como objetivo la evolución del niño, fomentando la confianza en sí misma y en su capacidad de ayudar al bebé a lo largo del complejo proceso de desarrollo, para que desde allí pueda ofrecer a su hijo momentos de sostén y sentimientos de disponibilidad corporal y emocional.
Este contacto, junto con el lenguaje, marcan la modalidad propia de cada uno de relacionarse con los otros, con el mundo. Modalidad que día a día va "tomando cuerpo" en el bebé, preparándose para la vida de relaciones.
El niño y el lenguaje
El bebé es alguien que no tiene aún la capacidad del habla, y depende de qué enfermedad hablemos, tal vez no adquiera dicha capacidad. Ello no quiere decir que no tenga relación con nuestro lenguaje: comprende, se alimenta de nuestro discurso, está habitado por el lenguaje antes de poder emplearlo. Es por ello que es sugerible hablarle al niño, y de esta manera entremezclar nuestras palabras con su balbuceo inaugurando un vínculo basado en el intercambio y en al afecto.
Hablarle, hablar de él, anticipar lo que vendrá: "ahora nos vamos a bañar...", cantarle, contarle cuentos conforman un tesoro interior que lo acompañará a lo largo de su vida.
Cuanto más pequeño es el niño. más importante es lo que hablamos en forma indirecta: no sólo recibe la palabra que dirigimos hacia él, también lo que decimos de él y el lenguaje que intercambia nuestro cuerpo con el de él.
Una de las primeras consecuencias del lenguaje consiste en favorecer la singularidad del ser de este niño: la misma palabra dicha a dos niños diferentes provoca diferente reacción en cada uno, toca distintos rasgos. De allí la importancia de que los adultos prestemos especial atención a los signos que los pequeños nos destinan, intentando atravesar la dificultad, priorizando su voluntad de comunicarse y así descifrar el contenido de su respuesta o mensaje. En este intercambio encontrará el tono necesario para evolucionar de la mejor manera, sea cual fuere su dificultad.
En la mayor parte de los casos se empieza a hablar del niño mucho antes de su nacimiento: en nuestros deseos, en nuestros proyectos, en la elección del nombre. Desde ese momento, el niño empieza a vivir y se desarrollará y crecerá si se le otorga suficiente espacio, pero no del físico sino del psíquico: todo lo que de él se dijo, imaginó y esperó aún antes de su nacimiento.
Si la enfermedad no permitiera el avance hacia el lenguaje verbal, su cuerpo será uno de los puntos de partida de nuestras conversaciones: por ello es importante que se dé en la relación madre-hijo el diálogo no sólo en el plano verbal sino también en el plano sensorial.
Una forma de vincularse
El Shantala es el arte de masajear a los bebés y a los niños. Es una técnica milenaria de origen hindú que se basa en las caricias espontáneas de las madres hacia sus hijos.
Lo más importante de este masaje es el contacto emocional entre padres e hijos que surge a partir del tacto y de la palabra que lo acompaña. Ayuda a los bebés en sus primeros meses de vida, luego del placer del ambiente del vientre materno, a no sentirse aislado, perdido... Abrazarlos, acunarlos, acariciarlos, masajearlos...alimentan una agradable sensación de estar con el otro.
Esta práctica nos brinda los siguientes beneficios:
- Tonifica y fortalece los músculos.
- Mejora la adaptación e incentiva la inteligencia.
- Combate el insomnio y las pesadillas.
- Ayuda a conciliar el sueño.
- Relaja y ayuda a descansar mejor.
- Elimina problemas de cólicos.
- Facilita la maduración del aparato respiratorio y digestivo.
- Produce avances físicos en los casos de niños con necesidades especiales.
Por sobre todas las cosas, se trata de un tiempo de disponibilidad plena hacia el niño, donde la mirada está puesta en el vínculo.